¿Existe una crisis en el protestantismo conservador?

por Carl R. Trueman - Fecha del artículo en inglés: 09/12/2015

Corderito kitsch de 1950

NOTA: El presente artículo es traducción de un artículo aparecido en el sitio Web de la revista First Things. Contamos con el amable permiso de los editores, el cual agradecemos.

[Artículo original en First Things]

En octubre pasado he tenido el placer de asistir a la conferencia y el seminario subsiguiente que Ross Douhat dio para First Things acerca de la crisis en el catolicismo conservador. Ya que no soy católico romano, estuve allí en gran medida como un observador externo de la discusión, pero la misma me planteó la cuestión obvia: ¿Existe una crisis paralela en el protestantismo conservador? Y si es así, ¿en qué consiste?

El argumento de Douhat --que los católicos conservadores sobreestimaron su éxito e influencia tanto a nivel político como eclesiástico-- tiene algo de correspondencia en el protestantismo conservador. Ciertamente, el poder cultural de los protestantes conservadores ha decaído enormemente desde los días en que la amenanza de un boicot por parte de la Convención Bautista del Sur podía llenar de miedo el corazón del directivo de una gran empresa. Tal como en el caso de sus homólogos católico romanos, los protestantes conservadores están empezando a darse cuenta de que tuvieron demasiada fe en el proceso político. Aun así, en el frente eclesiástico la crisis de la que habla Douhat toma la importancia de una iglesia unificada, institucional. Ahora bien, la naturaleza divisiva del protestantismo significa que una crisis así no puede suceder. Después de todo, desde una perspectiva católica romana somos cismáticos por definición. En este sentido, sin duda los católicos romanos ven al protestantismo como en permanente crisis en sí mismo.

Sin embargo, y haciendo a un lado las objeciones católicas, quiero sugerir tres áreas en donde los protestantes conservadores en los EE.UU. --por lo menos la corriente que en líneas gnerales se identifica como reformada y con la que estoy familiarizado-- podrían considerarse, si no en abierta crisis, como moviéndose indudablmente en esa dirección.

En primer lugar, organizaciones paraeclesiásticas influyentes y con mucho dinero ejercen demasiado poder. Tuvimos un buen ejemplo de esto en los acontecimientos que rodearon el intento de intercambio sobre el documento Evangelicals and Catholics Together (Evangélicos y Católicos Juntos), que fue encargado por Reformation21, la e-zine (revista electrónica) de la Alliance of Confessing Evangélicals. Tres de nosotros estuvimos participando: Timothy George, Thomas Guarino, y el suscrito. El intercambio fue respetuoso, honesto, amigable, pero franco. Mi propio artículo difícilmente podría decirse que fue un elogio al proceso de ECT.

En un plazo de horas después de la publicación del primer artículo (el de Tim), un tuit y un posteo hostil en un blog por parte de uno de los principales representantes de un grupo reformado paraeclesiástico con base en FLorida, seguido de rumores sobre supuestas componendas tras bambalinas, fueron suficientes para sacar de publicación toda la serie (que gracias a Dios luego fue publicada por First Things; mis felicitaciones para Rusty Reno). Es triste decirlo, pero un solo grupo paraeclesiástico había logrado el cierre de una discusión perfectamente legítima en una plataforma sin relación con ellos utilizando tácticas propias de un muchacho prepotente.

¿Es una aberración? Lamentablemente, no. Esto es un síntoma de cómo son las cosas en gran parte del mundo protestante conservador. Mientras las organizaciones paraeclesiásticas más influyentes se manejen como negocio, el dinero y el mercadeo serán las inquietudes predominantes, aun cuando la preocupación por "el evangelio" sea la apariencia de siempre. Reforzado por un sistema de mecenazgo feudal de castigo y recompensa conectado con lucrativos puestos de orador en conferencias, contratos de publicación de libros y acceso a publicidad, tácticas como las que he descrito seguirán empleándose. Los católicos romanos podrían mirar al protestantismo desde afuera y verlo como teología gobernada por una patota [mob]. Pero hablando desde adentro, demasiadas veces me parece que más bien está gobernada por la Mafia [Mob].

[Juego de palabras intraducible. "a mob" = patota, populacho; "the Mob" = la mafia. N. del T.]

El segundo problema para gran parte del protestantismo conservador es un problema relacionado, destacado por Roger Scruton. Scruton ha dicho acertadamente que es "ciertamente imposible huir de lo kitsch refugiándose en la religión, cuando que la misma religión es kitsch." (The Intelligent Person’s Guide to Modern Culture, p. 92). Es que realmente hay una ligereza insoportable, kitsch, en tanto que hoy día pasa como si fuera la vida y pensamiento protestante conservador. La teología que vende es en gran manera una imitación barata y sin raíces de la cosa verdadera. Año tras año, los mismos nombres de marca producen libros blandengues, livianos, sobre el tópico del momento, sin considerar la competencia de los autores. Después de todo, lo que vende son los nombres. Así, los mismos oradores llenan los  mismos programas de conferencias vez tras vez, con la estética sobrecargada de las plataformas distrayendo a la audiencia del insípido contenido de lo que allí se hace. Tanto sonido y furia, tanta cosa vacía de significado.

Sospecho que este estado de cosas no puede sostenerse, o por lo menos no puede sostenerse con la misma audiencia, durante un período extendido de tiempo. Es kitsch y por lo tanto efímero. Si imitamos la superficialidad de la cultura pop, podemos esperar que se reproduzca la expectativa de vida de la misma. Las bandas de chicos lindos vienen y van, después de todo. La moda popular es en realidad una ama cruel, y una fe cuyas prácticas y lenguaje están realmente anclados en los gustos del momento está inextricablemente ligada a ese momento.

Finalmente, el protestantismo conservador carece de una fuerte tradición de pensamiento social que podría ayudarle a contrarrestar lo kitsch e involucrarse con los muchos desafíos que la sociedad contemporánea le pone en el camino. Ahora bien, soy un gran creyente en que la iglesia debe ser la iglesia. La Opción de San Benito ofrece muy poco que realmente me parece nuevo. Siempre pensé que la Iglesia debe ser una comunidad espiritual de peregrinos y extranjeros en este mundo. Pero cada miembro de mi congregación debe vivir en algún modo en el mundo. Todos los días, estos miembros enfrentan cuestiones que exigen respuestas bien pensadas y planteadas con cuidado; ya se aque se trate de algo tan personal como la legitimidad de los distintos tratamientos de fertilidad, o tan público sobre cómo navegar en las políticas de identidad en el lugar de trabajo.

En comparación con el catolicismo romano, el protestantismo recién está poniéndose al día en las áreas de la teología moral en un moment en donde esto posiblemente sea muy poco y muy tarde. El tradicional abordaje de la derecha religiosa de "Dios, armas y Estados Unidos" es una fuerza ya gastada (gracias a Dios) pero el protestantismo no tiene mucho con qué reemplazarla. El trabajo de gente como David VanDrunen sobre la ley natural demuestra ser muy útil, pero necesitamos más de nuestras mejores mentes enfrentándose a los problemas morales de hoy día, no tanto para convencer al mundo de cambiar de opinión, sino por lo menos para dar claridad de pensamiento a nuestra propia gente para enfrentar sus desafíos cotidianos.

No creo que los protestantes tengan que volverse católicos romanos, pero necesitamos comprender los problemas que nos asaltan desde adentro. Los ministerios paraeclesiásticos que mueven mucho dinero dependen de la recreación constante de un mercado para el kitsch teológico, y el kitsch teológico aleja al tipo de pensamiento profundo que realmente debe ser el enfoque de los esfuerzos y recursos de la iglesia en este momento. Es allí, sospecho yo, donde está la próxima crisis del protestantismo conservador.


Carl R. Trueman es titular de la Cátedra Paul Woolley de Historia Eclesiástica en el Seminario Teológico Westminster.

[Imagen: 1950's Kitsch China Lamb, fotografía del usuario 'tiffany terry' en flickr.com. Uso permitido por la licencia de la imagen.]

Traducido por Eduardo Sánchez Gauto.