Resumen. El pensamiento de Kant ha sido influido por una variedad de factores. Uno de dichos factores, muy poco comprendido, es la dogmática protestante. Es posible señalar un mayor o menor grado de influencia de la dogmática protestante -en sus vertientes del pietismo y el escolasticismo protestante- en el pensamiento kantiano tal como se expresa en varias de sus obras de madurez.
La profunda huella que ha dejado el pensamiento kantiano no sólo en la filosofía, sino en toda la historia de la civilización occidental, ha hecho que éste fuera objeto de una gran diversidad de estudios que buscaban comprender no sólo la naturaleza y alcance de la influencia ejercida por el mismo, sino también aquellos factores que pudieran haber ejercido alguna influencia en el pensamiento de Kant. Es indudable que de entre los mismos, la aprehensión de algunos ejes de influencia no presentarán mayores problemas, tales como el racionalismo de CHRISTIAN WOLFF, la mecánica de ISAAC NEWTON, o el escepticismo radical de DAVID HUME. Sin embargo, es posible señalar un factor que ha ejercido una influencia profunda y decisiva, aunque no siempre evidente, en el pensamiento kantiano; me refiero a la dogmática protestante, tal y como se configuraba en el Sitz im Leben de Kant. Esta influencia, aunque no siempre bien tenida en cuenta, es perceptible en varias de las obras fundamentales del corpus kantiano y, por tanto, el estudio de la misma se hace necesario para la mejor alcanzar una mejor comprensión del pensamiento de nuestro filósofo.
En nuestro entorno no es fácil aprehender este hecho, y varios factores conspiran contra ello. Es posible señalar al menos dos. En primer lugar, se señala el progresivo retiro de la dogmática de la vida académica, hecho que guarda una enorme diferencia con el sitial de «reina de las ciencias» que pretendiera ocupar alguna vez en la escolástica medieval, hasta llegar al puesto extremadamente relegado que ocupa hoy día; y quizá sea sintomático que uno de los principales promotores de dicha situación fuera nada menos que el teólogo kantiano ALBRECHT RITSCHL (1822-1889), quien procuró la ubicación académica de la teología en un esquema acorde a la asignación que Kant hacía del hecho religioso dentro de la esfera de la razón práctica. Ello nos lleva a una situación de forzada ignorancia, pues la consecuencia natural de este proceso es que la dogmática en los tiempos de Kant tenía -desde el punto de vista académico y curricular- mucho mayor importancia que en el día de hoy.
En segundo lugar, podemos citar un factor que forma parte de nuestra «localización cultural». Si bien podemos afirmar que formamos parte de la «Cristiandad», entendida ésta como el conjunto de las culturas que han sido influidas por la cultura occidental cristianizada, sin embargo es también cierto que todo nuestro bagaje religioso-cultural nos ha llegado por la mediación del catolicisimo romano aprobado oficialmente por la Corona española, es decir, un catolicismo romano de tinte ultramontano y violentamente antiprotestante. Y como en otros países, la reacción de los intelectuales a esta influencia religiosa y cultural fue el abandono y rechazo del cristianismo, y no precisamente la búsqueda de una forma alternativa de cristianismo como es el caso del protestantismo. Es así que en nuestro medio la conciencia de una posible influencia de la dogmática protestante en el pensamiento kantiano sería muy difícil de discernir.
Es por estas razones que deseo hoy ofrecer algunas indicaciones sobre los posibles puntos de influencia que la dogmática protestante pudo haber ejercido sobre el pensamiento kantiano. Evidentemente, la presente es una mera exploración preliminar y rechaza cualquier pretensión de definitividad o erudición. El tema en sí es amplio, y en él hay campo para un estudio fecundo y provechoso que quizá corresponda a otros. En correspondencia a dicho carácter, el ámbito de las fuentes bibliográficas será mínimo, buscando la practicidad antes que la erudición.
Adicionalmente, es necesario precisar que la palabra «dogmática» tiene aquí un significado bastante distinto de aquel que recibe en los escritos de Kant y en la filosofía crítica en general. No nos referimos a la filosofía dogmática, que ya supone la posibilidad del conocimiento en vez de investigar y explicar dicha posibilidad; sí nos referimos a la teología dogmática, es decir, la reflexión sobre el hecho de Dios y la experiencia religiosa a partir de un texto revelado. La teología dogmática así entendida es un ámbito del conocimiento propio del cristianismo, y de forma análoga a la distinción entre filosofía «dogmática» y crítica, es posible también establecer dogmáticas plenamente asumidas como tales y otras que son más bien implícitas y que aún hoy precisan de sistematización y caracterización.
Finalmente, me es necesario precisar en algo la palabra «protestante». Con ella me refiero no precisamente a los movimientos religiosos surgidos como consecuencia de la Reforma del siglo XVI, sino más precisamente al movimiento caracterizado por los historiadores de la religión como la «Reforma magisterial»; es decir, aquel movimiento de la Reforma que contó con el apoyo de los magistrados o gobernantes, y que está representado por LUTERO, CALVINO, ZWINGLIO, y sus seguidores. La otra rama del movimiento reformador, conocida como la «Reforma radical» y que ha dado origen a las Iglesias anabautistas, se ha caracterizado históricamente por su violento anti-intelectualismo y sospecha hacia toda actividad de reflexión sistemática de la fe cristiana. Tales características, unidas a la encarnizada persecución de la que han sido objeto, han conspirado contra la producción de conocimiento sistemático dentro de dicha tradición, y por ello la dejamos de lado por intrascendente e irrelevante. Por supuesto, ello no implica en modo alguno que el movimiento anabautista no ha influido en la dogmática, pues lo ha hecho de forma continua. 1
Habiendo hecho las aclaraciones correspondientes, procederé a ilustrar posibles puntos de influencia en el pensamiento kantiano ejercidos por la dogmática protestante. La exposición explorará el tópico en dos vertientes:
Naturalmente, ello no excluye otras vertientes que quizá hayan podido ejercer influencia en Kant; en aras de la brevedad nos concentraremos en las vertientes arriba mencionadas.
Es posible afirmar que la influencia del pietismo en Kant es un hecho confirmado y evidente, 2 y sería un lugar común si no fuera por el hecho igualmente confirmado que el pietismo es un movimiento extremadamente mal comprendido, cuando no directamente ignorado.
El pietismo es un movimiento formado como reacción al anquilosamiento del escolasticismo protestante y el endurecimiento de sus categorías, todo lo cual hizo que este degenerara en mera polémica violenta, ácida e intrascendente, con una dicotomía absoluta entre la dogmática y la praxis. Especialmente, el pietismo fue una reacción ante los excesos del escolasticismo dogmático luterano, aunque su influencia permeó todo el protestantismo. El principal representante del movimiento es el luterano PHILIPP JAKOB SPENER (1635-1705), quien dio nombre al pietismo con su libro Pia Desideria (1675), a quien deben sumarse JOHANN ARNDT (1555-1621), AUGUST HERMANN FRANCKE (1663-1727) y NIKOLAUS LUDWIG VON ZINZENDORF (1700-1760).
La característica principal del pietismo es la introducción de la subjetividad radical de la experiencia religiosa como criterio normativo para la eclesiología y la teología y un distanciamiento de los contenidos objetivos de la dogmática, a quienes creían responsables de la crisis espiritual de la época y la dicotomización entre ortodoxia y ortopraxis. En consecuencia, y de forma conjunta con la transformación efectuada por el deísmo y el proto-liberalismo a la ortodoxia protestante, el pietismo ha favorecido la reducción del concepto de Dios a lo inmanente, minimizando todos aquellos atributos de Dios que favorecían la objetividad del hecho religioso.
Siguiendo a OLSON,3 es posible identificar cuatro rasgos fundamentales del pietismo:
Es posible establecer la influencia ejercida por el pietismo sobre Kant basándose sólo en noticias biográficas. 4 Kant nació en el seno de una familia de fuertes creencias pietistas, que buscaban «la salud del hombre, no en las exteriores manifestaciones, sino en la edificación interior, en la interior pureza y en la piedad del espíritu.» 5. Fue educado en el Collegium Fridericianum, dirigido por el clérigo Franz Albert Schultz, predicador, miembro del consistorio, profesor de teología, y de claras convicciones pietistas. Fue el mismo Schultz quien aconsejó a Kant que estudiara teología. Ya en la Universidad de Königsberg, Kant siguió estudiando bajo Schultz, quien ocupaba la cátedra de dogmática en la facultad de teología.
Fischer minimiza la influencia del pietismo en Kant con estas palabras:
[...] Kant no tuvo que sufrir la influencia de los pietistas; las estrechas miras de la intransigencia pietista le fueron completamente extrañas y no pudieron introducirse en el ánimo del escolar. Lo que tiene el pietismo de malsano y contrario a la razón y lo que a los espíritus débiles suele comunicar, no hallaba en Kant simpatía alguna. Pero en un aspecto ejerció el pietismo sincero cierta influencia saludable sobre su espíritu, a saber: en la severidad moral de sus sentimientos y en la rigidez de su conciencia, cosas que siempre pedía y que él mismo practicaba. 6
Sin embargo, no es posible minimizar una influencia tan grande en
Kant con sólo estas palabras.
1. Es posible indicar que la subjetividad trascendental de Kant
tiene un paralelo directo con el pietismo. En efecto, el pietismo
reemplaza al Dios trascendente por la experiencia de Dios del
sujeto religioso que
aprehende así a la divinidad. De manera análoga, es
posible alegar que en vez de observar cambios en el sujeto que
participa del conocer para que éste se adapte al objeto, Kant
insiste en que son los objetos del conocimiento -los
fenómenos- los que son afectados por el sujeto
cognoscente.
2. Igualmente es posible insinuar algunos tímidos paralelos entre el primer rasgo fundamental del pietismo indicado por OLSON (la religiosidad conversional) y la evolución del pensamiento kantiano. En los ambientes permeados por el pietismo es común escuchar «testimonios» que detallan «experiencias de conversión», en donde el nuevo converso relata cómo era su vida anterior a la conversión y el evento mismo de la conversión para luego extenderse sobre las consecuencias de dicho evento. Tales casos son abundantes hasta nuestros días, en donde es posible encontrar cantantes, personalidades de la farándula, políticos, deportistas, etcétera, que son propensos a relatar sus experiencias religiosas de este modo. Como OLSON tan bien lo señalara, el énfasis en una «experiencia de conversión» no es algo accesorio al pietismo, sino que forma parte de su mismo núcleo fundamental.
De manera similar, Kant alude a una «experiencia de conversión» para justificar la transción de su pensamiento desde el racionalismo dogmático orientado más hacia CHRISTIAN WOLFF. En las propias palabras de Kant,
Confieso abiertamiente que la sugerencia de David Hume fue exactamente aquello que hace muchos años atrás consiguió interrumpir mis ensoñaciones dogmáticas, y dio a mis investigaciones en el campo de la filosofía especulativa una dirección completamente nueva... [y] bien podemos esperar, mediante una continua reflexión, avanzar más que aquel hombre perspicaz, A QUIEN DEBEMOS LA PRIMER CHISPA DE LUZ. 7
3. Es posible adelantar una vinculación de la insistencia
del pietismo en la práctica de la tolerancia religiosa, la
renuncia a la teología polémica y la superación
de barreras eclesiásticas y denominacionales en
adopción de un espíritu abierto a la diversidad. Fueron
los pietistas quienes acuñaron el lema «en lo esencial,
unidad; en lo no esencial, libertad; y en todas las cosas,
caridad». 8. Ecos de
esta insistencia pietista en la superación de los antagonismos
religiosos son fácilmente discernibles en La religión dentro de los límites de la mera
razón, en donde Kant insiste enfáticamente en la
superación de las barreras denominacionales (parte del vicio
que él denomina como «clericalismo») en el Libro
IV, abogando en cambio por el establecimiento del Reino de Dios en la
tierra expresado en una federación mundial de naciones, en el
Libro III de la misma obra y en la obra Zum
ewigen Frieden (Para la paz
perpetua)
4. Obviamente, el punto de contacto más comúnmente mencionado entre el pietismo y el pensamiento kantiano es la vertiente ética, en donde el pietismo aboga por una ética activa e informada por imperativos de naturaleza religiosa. En la Crítica de la razón práctica y en la Metafísica de las Costumbres Kant adopta la ética deontológica como indicio de la noumenalidad de Dios y del individuo como agentes morales dotados de libertad. La ética del pietismo -y también la del puritanismo- asume la ética del deber como fundamental, y, paradójicamente, apunta hacia la universalidad tal como Kant lo hizo con el imperativo categórico.
El escolasticismo protestante fue un movimiento teológico que surgió por evolución natural de la Reforma del siglo XVI. Por lo general, puede caracterizarse como un delineamiento y endurecimiento de las categorías de la dogmática protestante tanto en su variedad luterana como calvinista. En lo metodológico puede decirse que es producto en mayor o menor grado de la aplicación de las categorías del pensamiento aristotélico-tomista a los dogmas protestantes, utilizándose estas categorías como un instrumento de la teología polémica y apologética que estaba en permanente controversa con posiciones sostenidas por otros sectores del espectro teológico. Por supuesto, ello implicaba una objetivación radical de la dogmática y de lo revelado, llegando a veces hasta el racionalismo.
Aunque el pietismo representó una respuesta potente y duradera contra los excesos más obvios de la escolástica protestante, ésta no desapareció y sigue siendo una fuerza potente aun hoy, e inclusive dentro de las denominaciones protestantes caracterizadas por su pietismo. Sus principales exponentes fueron el luterano JOHANN GERHARD (1582-1637), y los calvinistas TEODORO BEZA (1519-1605), PETRUS RAMUS (1515-1572), PEDRO MÁRTIR VERMIGLI (1499-562), FRANÇOIS TURRETIN (1623-1687), y GIJSBERT VOETIUS (1589-1676).
Al echar un vistazo a las cuestiones más disputadas dentro
del escolasticismo protestante, es posible establecer puntos de
influencia con el pensamiento kantiano. Sólo consideraremos
algunos puntos que resultan más evidentes.
1. En primer lugar, vemos que Kant trata en el Libro I de
La religión dentro de los límites
de la mera razón con la cuestión de la
extensión de la depravación introducida por el pecado.
Esta fue una cuestión intensamente debatida en todos los
círculos de la escolástica protestante y especialmente
en la apología contra la iglesia católica romana, que
sostenía que la depravación producida por el pecado no
hacía al ser humano incapaz de todo bien, a diferencia del
protestantismo, especialmente el calvinismo, que postula la
depravación total del ser humano. 9 De manera que quizá resulte
sorprendente, Kant admite la corrupción radical de la
voluntad, algo que es prácticamente inaudito dentro del
ambiente deísta de la Ilustración. Sin embargo, ello no
es una concesión al calvinismo escolástico, pues
rechaza las doctrinas de expiación substitutiva, que fueran
formuladas por Anselmo de Canterbury y adoptadas por la
escolástica protestante. En contraste, insiste en que a pesar
de la depravación radical de la voluntad, el individuo debe
ser capazde obedecer la ley moral. Esta postura es llamativa por las
aporías que genera; se esperaría que Kant adoptase una
posición más acorde al deísmo racionalista y
optimista de su época antes que un postulado
prácticamente tomado de la dogmática
calvinista.
2. Una cuestión relacionada, y una de las más ardientemente disputadas dentro de la escolástica protestante es la cuestión del libre albedrío. Haciendo eco a la controversia pelagiana de los siglos III y IV, la cuestión se avivó luego de la polémica sostenida entre ERASMO DE ROTTERDAM, quien defendiera la plena libertad del ser humano en De Libero Arbitrio (1524), y MARTÍN LUTERO, quien abogara por una versión más determinista de la voluntad humana en De Servo Arbitrio (1525). 10 La controversia -que en ciertos círculos sigue hasta nuestros días- fue abiertamente ridiculizada por muchos exponentes del pietismo por inútil y carente de utilidad. Por ello, es llamativo que en la Dialéctica Trascendental de su Crítica de la Razón Pura, Kant utilice la vieja cuestión debatida por los escolásticos protestantes como su tercera antinomia 11. Lo más probable es que la segunda antinomia de la razón pura no sólo sea una aporía insuperable de la cosmología racional, sino también una burla más o menos velada al espíritu pendenciero de los escolásticos protestantes, cuya crítica pudiera haberle llegado mediada por sus profesores de la facultad de teología.
Si bien es posible, como vimos, señalar vínculos entre la escolástica protestante y Kant, ¿por qué hacerlo? La cuestión se plantea por el hecho de que es evidente que la exposición de Kant a la escolástica protestante fue sólo mediante el uso de la misma como «lenguaje de segundo orden». Quiero ofrecer tres posibles razones.
El breve examen que hicimos nos permite poder afirmar más allá de toda duda que Kant fue influido en mayor o menor grado por la dogmática protestante. La influencia más grande y perdurable fue la del pietismo, del cual exhibió prácticamente todos sus rasgos fundamentales. Pero también Kant fue influido por la ortodoxia protestante, ocupándose de tópicos altamente controvertidos entre distintos bandos. Es posible que Kant haya escrito sobre dichos tópicos de dogmática para alentar la superación de divisiones y barreras denominacionales.
Es difícil valorar hasta qué punto esta influencia fue fundamental y decisiva. Por un lado, el pietismo es, indudablemente, parte del núcleo fundamental del pensamiento kantiano y es posible afirmar que no es posible una intelección correcta de Kant sin una buena comprensión del pietismo. Por otra parte, la influencia de la dogmática protestante es discutible, llamando especialmente la atención la admisión por parte de Kant de la depravación radical de la voluntad del ser humano, que se constituye en el caso más probable de dicha influencia.